XXVI Música San Pablo 2023
FERNANDO ROJANO. 30 de noviembre de 2023
Llevar un concierto de rock de autor a una iglesia, en sí mismo, ya tiene su punto de rebeldía y a la vez de integración. Para ello hay que ser muy cuidadoso; y Gabriel Sopeña lo es.
El concierto que ofreció el cantor de Casablanca en la deslumbrante iglesia de San Pablo de Zaragoza fue un recital sutil, pero con garra, donde «Las palabras que pueden hacer comprender / hacen daño y hay que ir a por ellas». Y así se hizo.
Quizá una parte del público no se esperaba la magnitud de la belleza de las canciones interpretadas y resueltas por esos grandísimos músicos de los que se ha rodeado Gabriel en esta gira ¡Cuánto talento!
El bajo, a cargo de Guillermo Mata (que además se encarga de la dirección musical; y vaya si se nota: una de esas funciones imprescindibles y escondidas que hace que todo funcione a la perfección). El baterista que todo músico quiere tener a su lado es José Luis Seguer: minucioso, atentísimo al grupo y llevando el ritmo a otro nivel. Y lo bueno de llevar sombrero (o gorra), como es mi caso, es que te lo puedes quitar delante de maestros como Óscar Carreras: no sabría explicarlo con palabras, sólo sé que cuando toca el teclado me mueve el alma.
Y Gabriel siempre al frente, imprimiendo carácter en cada frase, demostrando que -aun habiendo pasado el tiempo- sus canciones siguen plenamente vigentes y alcanzan a los corazones, porque de eso trata la música: de sentimientos que emocionan, de no saber explicar… Ni falta que hace.
Cuando todo fluye se percibe: ves como la banda se recrea, sonríe, goza con lo que hace y hace disfrutar a los presentes. El rocanrol es buen rollo y es lo que transmite hasta el derroche esta colosal banda.
Me siento afortunado.